Los hospitales más allá de estar envueltas en frías y parcas paredes son lugares donde se le da cara a las emociones, a las familias sentadas en las pobres bancas de espera y a los rostros que gritan por ayuda y un poco más de esperanza. En el caso del hospital Luis N. Sáenz, más conocido como el hospital de policías, está envuelta en un aura diferente y de mayor autoridad, no por nada es el nombre. La seriedad en el rostro de cada uno de los enfermeros, auxiliares y doctores, con sus miradas penetrantes, impregnan una imagen difícil de borrar para el visitante, sin embargo, como dice aquella frase conocida: “los ojos nunca mienten”. Dentro de cada uno de ellos existe mucho servicio y amor por los pacientes, sobre todo cuando se trata de niños que lastimosamente tienen un destino cantado hacia el deterioro de sus frágiles cuerpos. A pesar de ello, los profesionales dejan de lado esta rudeza y autoridad para mostrar el lado más infantil de su interior y convertirse solo por un momento en un salvador con mascarilla y traje de algodón.
Ellos se ubican dentro del pabellón de pediatría, ubicado en el tercer piso del antiguo hospital (como muchos lo llaman para diferenciarlo del pabellón moderno), hay un frío muy amable que te da la bienvenida que de no ser por un abrigo, probablemente se sentiría hasta en el cabello. Entre los pasillos hay una extraña luz que se refleja como una tenue acuarela de color rosada que inconscientemente genera una nostalgia profunda sobre la pasada niñez mientras que al fondo del pasillo hay unos dibujos de dos niños felices jugando en un jardín, una imagen que evoca muchos sentimientos en los pacientes que anhelan ser libres por lo menos un día de sus camas verdes. En medio de esta contradictoria decoración del pabellón y la realidad, está la oficina donde estaban algunas de las enfermeras y auxiliares de turno. Durante las mañanas las jornadas suelen ser muy tranquilas, más allá del hecho de que se cumple con un horario diurno de un trabajo promedio, las condiciones físicas son definitivamente más ventajosas para ellas para el cuidado de los niños. Aún así, más allá del desgaste físico, las emociones están a flor de piel y juegan un papel crucial en el desarrollo de las relaciones con los niños.
Natividad Santos, una mujer joven de 39 años que ya lleva trabajando en el hospital más de 10 años y quién siempre tuvo el don de ser una mujer atenta y protectora con las personas que cuidaba, en sus largos años de trabajo y experiencia en el hospital recuerda con una voz muy quebrada y con ojos cristalinos lo doloroso que fue cuidar de un niño llamado Cris, que apenas tenía 12 años de edad. Con él mantenía mucho contacto y no era para menos, en cada servicio que le tocaba trabajar siempre estaba ella a su lado para cuidarlo y conversar. A pesar de su innegable conexión, la condición de Cris era cada vez más crítica debido a su avanzada leucemia, lo cual lo llevaría a su muy apresurado. “No me quiero morir… no me quiero morir” repetía Cris constantemente resistiéndose a su diagnóstico final, hasta que unos cuantos días después, mientras Natividad estaba en su guardia nocturna, falleció en silencio. A pesar de que Cris está en un recuerdo de hace más de seis años, ella hasta la fecha lo recuerda con mucho pesar. Talvez pudo ser salvado en otras condiciones, realmente nadie lo sabe.
Para Mariely Carrascal, una enfermera licenciada de 55 años de edad, con más de 26 años de servicio, el dolor de perder a un paciente definitivamente no es algo que sea poca cosa, sin embargo, el impacto y dolor es aún mayor cuando se trata de un niño, que por un mal azar de la vida, nacen con enfermedades críticas que no les permite desarrollarse de manera óptima y con mayor razón dentro de un hospital como este. Hay algunos casos más delicados que lamentablemente el hospital no puede manejar con los implementos que tienen, por lo que son traslados a otros espacios más óptimos como a una clínica privada que cuenta con mayor tecnología para el cuidado de los pacientes.
Aunque la realidad a veces sea algo dolorosa de vez en cuando, se resalta el hecho de que, en medio de estas tristes historias, también sale a la luz la condición en la que se encuentra el área de pediatría del hospital Luis. N. Sáenz, que más allá de tratar con las vidas de las personas, son niños que en muchas ocasiones lo primero y último que ven es el asfixiante techo de sus cuartos. En algunas ocasiones, una sola enfermera llegaba a cuidar a once niños durante su turno debido a que no solo faltan medicinas o equipos, sino también personal apto para el cuidado de los niños.
Y aunque cuidar de los pacientes pueda ser una tarea altamente dedicada y complicada para una persona, las enfermeras disfrutan mucho estar con ellos a pesar de la delicada situación en la que se encuentran. En medio de su inocencia y la falta de comprensión de lo que pueda estar sucediendo con ellos mismos, suelen ser muy alegres. A muchas de las enfermeras del hospital les suelen obsequiar algunos juguetes de su propiedad y dibujos que ellos mismos hacen como muestra de cariño hacia sus cuidadoras, que hasta en algunos casos llegan a ser madres debido a que muchos de los pacientes suelen ser abandonados por sus padres por falta de responsabilidad y consciencia sobre el estado de salud de sus hijos.
La carrera de enfermería en nuestro país lamentablemente no tiene el valor que se merece, mayormente valoran más a quienes son médicos o cirujanos por cuestiones económicas y de valor dentro del status de la familia. Los enfermeros son los únicos profesionales en el área de salud que son capaces de estar en mantener cercanía con cada uno de los pacientes, en el caso del área de pediatría, su importancia es aún mayor para los niños porque son las personas con las que más se relacionarán durante su estadía en el hospital.
Ellos hacen que los centros de salud funcionen adecuadamente y que aunque nadie lo note, son fundamentales para el desarrollo de la salud del paciente, en el caso de las enfermeras del hospital de policías, con el intenso amor que sienten por el servicio y los niños que están a su cargo crean un verdadero hogar para cada uno de ellos, cumpliendo así la función de ser las venas de un hospital.